2 oct 2006

desde dentro...


Quisiera plasmar historias de estos días... abandonado ya el borrador hasta próximo aviso, queda pendiente la pregunta de la obviedad, ¿por qué tanta insistencia en hacer público lo que insisto tanto en dejar en privado? Pero no vale la pena darse la vuelta por ese rincón, no aún...

Dicen que el amor duele, pero se les olvidó advertirnos que en realidad lastima y por negligencia se torna en ausencia. Quizá dejar que se nos hinchen los ojos y tumbarnos durante horas no valga la pena, pero hay puertas que hemos cerrado, y juramos que nadie tiene la llave, que no regresarán, que no habrá luz que las vea ni espejo que las refleje, y simultáneamente se van tornando el árbol seco y lúgubre que adorna la cornisa de la ventana por la que se va filtrando la poca luz que le gana la batalla. Al final se resquebraja y quizá hasta la simiente se remueva, pero la tierra también tiene esa memoria, y en su reciclaje pasó a ser parte de la ventana, de la luz y del ojo que buscaba sin darse cuenta que se había encerrado en el interior. Esos huecos no se cierran desde fuera, sino desde dentro, y nos hacemos prisioneros por nuestra propia cuenta, culpando a todo lo que no es lo mismo de pusilánime y desconfiado. Siempre está la espera de que alguien abra la puerta por su propia mano, y se nos olvida que eso es lo que queríamos, pero lo olvidamos cuando no avisamos de dicho deseo. No hubo pistas, ni juegos de palabras ni pruebas a superar para tirar la cerradura. Sólo había que girar la manija, entrar, una brisa de aire fresco para que las viejas hojas volvieran a mecerse y las ramas a crujir bajo el estruendo del aletargado silencio. Entonces viene la lluvia y se seca la tierra, va siendo hora de salir...

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