28 ene 2007

Nadie nunca me dijo

Nadie nunca me dijo que escribir con bourbon en las venas era para dudarse, o que la cuestión de si seguir las reglas era cuestión de convicción o de sublimarse ante un poder otorgado. Tampoco nunca me dijeron que el no decir las cosas quería decir que no se sentían, o que el hecho de que no fueran lo más importante, le restaba fuerza a su resultado. Las palabras no son ni deberían ser la única fuente de comunicación, y no por conceder al lenguaje corporal una iniciativa de significados. Las palabras, y por lo tanto los idiomas, no son más que una opción de expresión, un encasillamiento que ofrece posibilidades, pero no la última versión de la cualidad y necesidad de expresión. Suficiente tenemos con tener que descifrar significados, aprender reglas, y modificar sensaciones para que quepan dentro del sistema, para por encima sacrificar la condición de lo que no es expresable.

Lo siento, pero definitivamente hay muchas cosas que el lenguaje no es capaz de abarcar, aún cuando en su determinación pretenda darles explicación. Somos mucho más allá de ello, y no son las palabras la respuesta. De forma expresa y directa expreso mi lamento por confiar al lenguaje todas las capacidades y oportunidades. Quizá me enfoco demasiado en el tema de las relaciones humanas, pero al final nos hemos hecho seres sociales, y es a través de la cultura y la sociedad que nos identificamos y poco a poco nos vamos definiendo personalmente.

Amo el lenguaje, y la palabra escrita, como muchos ya saben, es mi manera favorita de expresión. Pero no puedo negar que ni la palabra escrita ni sus reglas pueden encerrar la magnitud de concienca de la que somos capaces. Las descripciones de las palabras o de las palabras podrán quedarse en meras imágenes y provocar que la imaginación se dispare, pero no serán capaces de reproducir la fuerza de la realidad, de la misma experiencia. Tampoco se abarca todo, y hay mucho que no es expresable a través del lenguaje, o al menos el español. Es por ello que en algún momento encontré que un motivo para aprender nuevos idiomas y formas de pensar era precisamente, encontrar nuevas opciones, posibilidades que no abarcaba lo que ya conocía y así completar mis ganas de expresión. Pero me retiré cuando encontré que no dependía del lenguaje, sino de la misma concienca de depender del mismo para todo lo que se presenta en la existencia.

No estoy proponiendo el cambio de perspectivas,sino encontrar en la misma acción el resultado deseado. Al final, no se trata de cómo hablemos, de qué digamos, de qué pretendamos, si al final no actuamos como lo pretendemos, o como hemos prometido. Explicaciones se dan de todas formas y colores, excusas parecen regalarse al 3x2 y finalmente no somos más que una montaña de palabras que terminan siendo vacío. Es verdad que no hay nada como aceptar que las palabras no alcanzan y quedarse mudos. las acciones entonces cobran la vida y la importancia de su propia belleza y originalidad. Hace mucho que las olvidamos, y son esas, las que conforman los detalles, los momentos, y las mismas reacciones.

Actúemos, en lugar de hablar...

20 ene 2007

Llamada equivocada


Hoy quiero compartir la opinión de José Luis Alvite, columnista del periódico "El Faro de Vigo". Espero que la disfruten.

(Áspero y sentimental)
Nuestras vidas no suelen estar sobradas de personajes singulares e inolvidables, hombres o mujeres que sobresalgan del promedio del común de los mortales y nos dejen una huella imborrable sin otro esfuerzo aparente que el de haber desplegado sin sudor alguno el florete de un gesto desconocido y deslumbrante, o por haber pronunciado una de esas frases que podrían cambiar para siempre tus pisadas, tu vida o el mal sabor que hasta ese instante solía dejar en tu boca la reiterativa rutina del idioma, eso que tantas personas sólo conocen por la dejadez de haberlo masticado. Muchas personas, nacen, viven y se consumen sin que en sus vidas haya ocurrido nada más interesante que el tedio y la muerte y algunas ni siquiera serían capaces de conseguir para su existencia la singularidad de uno de esos fracasos que si de algo valen es porque a falta de buenas noticias, hay interesantes contrariedades de las que uno jamás se olvida. De los muchos años que dediqué a explorar y divertirme en los lugares de mala nota, recuerdo magníficos momentos de dignidad y de altruismo, pero me quedo sobre todo con los lances más amargos, con los instantes en los que corrí peligro, y con aquellos otros en los que solían concurrir en el palmo de un rostro el horror y la belleza, esa agridulce confluencia que se da en la cara de las mujeres del arroyo cuando, sentadas en el catre con las pinceladas de los pies en las manos de Degas y la luz de Lautrec en la palangana del burdel, ventilan la mierda de la mala vida pasando por las narices el abanico y la brisa de un billete que huele cosmopolita y decente, como olía a lencería la bandera del Waldorf Astoria cuando la husmeaban la lujuria ciega de Al Pacino en "Esencia de mujer". Naturalmente, momentos así suelen darse en los ambientes de la marginación y por lo general la vida cotidiana y edificante sólo nos depara rutina, seguridad e higiene, que suelen ser los ingredientes de los que se nutre la felicidad gris de la buena gente, o la de la gente que no se atreve a sacar los pies del odioso cepo de los pasos metódicos que le aseguren un sueldo con el que avalar las deudas, un trabajo sedentario como una agonía y esa insulsa e inevitable buena reputación que suelen acompañar de por vida a las personas que se arrastran convencidas de que las cosas verdaderamente interesantes sólo ocurren en las películas y que lo normal es llevar una existencia sin altibajos, cerca del aire acondicionado, con el termómetro al alcance de la mano y un teléfono en el que sólo pueda ser mala la noticia de que la llamada más interesante te la hizo alguien que sin duda se equivocó por haber marcado a oscuras el último premio de la lotería. No puede haber emoción sin riego, y el riesgo ya se sabe que suele acarrear incertidumbre, que es una cosa de la que solemos huir por temor a que se nos altere esa rutina en la que nos sentimos a salvo de la zozobra que a veces suelen causar las novedades cuando las novedades no las habíamos previsto tachando rutinariamente los días del almanaque. Por otra parte, muchas personas llevan una vida interesante sin saber que lo es. Eso suele ocurrirles porque nadie les dice que llevan una vida singular o porque ellos mismos se privan de recrear con algo de imaginación las acontecimientos que no se-rían en absoluto triviales si tuviesen el atrevimiento de convertirlos en cine con un poco de música, o dejándose llevar, aunque sólo sea un rato, por la negligente tentación de esa delicada y frágil desidia en las que no pocas veces se presiente el opiáceo zaguán de los sueños. Naturalmente, muchas personas renuncian a llevar una vida distinta y se conforman con asistir como espectadores a la vida interesante de otro, así que se gastan en el cine el dinero que podrían ahorrarse si se asomasen al balcón de casa con una mirada distinta de la mirada corriente y cayesen en la cuenta de que en la vida de cualquier persona hay siempre un detalle interesante, un pensamiento que vale la pena, un sueño que no hay que esperar a que se le cumpla a otro en las películas lisiadas de la televisión. En defensa de esa idea suelo echar mano de algo que me dijo gratis de madrugada una fulana en un garito: "La vida es más hermosa, amigo mío, si te sientas en la última fila del cine convencida de que eres tú, precisamente tú, lo que hace que resulte corta le película"...

19 ene 2007

Desaletargando relaciones


Las encrucijadas han sido temas de poemas, historias y leyendas, y por su parte las paradojas se convierten en cuestiones filosóficas y matemáticas que aterran al que gusta de pisar tierra bien firme. No se busca un eufemismo, sino la mera expresión de la sensación que encierra y desgasta la capacidad de escuchar. Un poco de luz, un poco de música, pueden ser demasiado cuando no se encuentra el motivo, la energía, ni la razón de lo extrañas que son las representaciones de mi obra de teatro, en esta ocasión, con especial interés en las relaciones humanas.

Embebidos en una sociedad que ha marcado la existencia y casi única solución de testificar una vida a través de alguna forma de contrato personal de compartir tu vida con otra persona, nos convierte en embalaje para la locura. Hay grados de concordancia y de lucidez, pero a la vez, como si fuera un acto poético, la entrega de poderes a otras personas nos crea muletas para cuando no queremos que nos vean cojear. Quizá sea así, pero hay quienes llevamos al extremo la idea misma de compartir.

No es lo mismo esperar que desesperar, y definitivamente el que espera desespera, pero vale la pena esperar sin esperar, y desesperar sin tener que estar esperando. Sin embargo se torna en el doble filo de la vacuidad de la misma sensación de que la paradoja no se acaba de poner en movimiento, sino que lleva, en sí misma, el rodaje del tiempo que se ha dejado pasar inadvertido.

Las relaciones humanas se van colmando de premios, de instantes, de soledades, de hambres, de monólogos, pero rara vez de soliloquios. A veces son actos poéticos en sí mismas, aún cuando no se dan el nombre ni la pretensión. Pero hay furtivos, que se deshacen de las relaciones por no convertirse en la fantasía destrozada, en el excremento que demuestra la entrega total. Pero se eligen las armas, las amnistías, y por supuesto, las vías de escape. No es una perversión, sólo una extensión de lo inefable de la soledad.

Al final no se trata de cuántas relaciones mantengas, cuánto duren, o qué hagas. Si de eso se tratara las máscaras tendrían que ser demasiado variadas, nunca repetirse, y dejaríamos de actuarnos para transformarnos en autómatas de la demanda de un mercado. Lo que se gana y se pierde es cuestión de decisión, no de imposición. No son premios sino compañías, que poco a poco van siendo soledades que se comparten, en algunos casos se nutren y en otros pasan desapercibidas. Son como tratados, como pequeñas obras de teatro, pequeños monólogos, y de vez en cuando se cuelan voces que vienen de lugares desconocidos.

Se insiste en testificar condecoraciones, en vanagloriarse en presentes, y llenar todos los momentos con alguien. Pero se escapan las hendiduras, los momentos de uno mismo, que se pierden en las mismas. Y al final, y no porque seamos un eco, lo que se quedan no son las compañías ni las palabras, sino lo que te hicieron sentir.

9 ene 2007

La casa

La noche del 2 de enero, el insomnio hizo presa de mí, la última noche que pasé durante este viaje en la casa de mis abuelos maternos. Y se me fueron las palabras para despedirla un poco, porque uno nunca sabe lo que le depara el siguiente camino... Lamento no poder compartirles en este momento una foto de esta casa, que por aquello de falta de herramientas, no he podido digitalizar. Sin embargo, el sentimiento sigue vivo, y pronto, pronto, retornará a las fauces de algún almacén...

La casa parece como viva, y tanto que no me deja dormir. Como si me asegurara que es la última noche en mucho tiempo que comparto con ella, y con tanto que la forjó y la significó un monumento de familia, la cual no logra reunificarse bajo su techo. Se mezclan las propiedades, entre tocadores que se usan por varias cabezas, cajones que mantienen el mismo contenido, que nunca es tuyo, pero a la vez ya de nadie. Armarios que, entre temporadas, tallas, géneros, modas y perchas, confunden al usuario como si fueran la puerta de secretos compartidos. las dobles ventanas guardan en sus cornisas miradas melancólicas, suspiros ahogados y sueños reprimidos. Sus tantas puertas con llaves que nunca las cierran, conceden la privacidad de compartir historias y llantos, tan alegres como su propia existencia. Sus espejos parecen sonreír al ver los rostros que de tiempo en tiempo desaparecen y vuelven para mirarse de nuevo en ellos. Sus focos alumbran hasta al más ciego, mientras sus escaleras bosquejan el eterno movimiento de su humoar. La extraño, aún ahora que gracias a sus altos techos se respiral las acumuladas palabras que la han despertado en noches silenciosas, mientras el silencio del trasnochado la colma de bienvenidas. Es la bien hallada que extraña al que hace tanto la imaginó, y logró unir a todo un pueblo para realizarla, y así, ser la primera de tantas; ser vieja, pero tan nueva que en su frescura alentó a la familia que de alguna u otra forma se hace notar por su propia fe de decisión e independencia. Pero ella hoy llora, porque se despide, porque el tiempo pasa cuando uno menos se lo espera, y en su sorpresa se esconde un porvenir poco desado y nunca realmente realizado a conciencia. Y es que unos se alejan hoy, otros hace tiempo, y su fuerza unificadora podría desencadenar la desintegración de una genealogía que la vió nacer, crecer y madurar, enseñar y aprender con la insistencia de una sonrisa sincera. Quisiera bautizarla hoy, pero no se me ocurre un nombre que la defina, más que hogar, y por desgracia, no es el mío...

3 ene 2007

Año nuevo 2007

TENGO UNA CURIOSA TRADICIÓN CUANDO ME QUEDO EN ALGÚN HOTEL. NO SIEMPRE LA LLEVO A CABO, PERO PROCURO. SI LA HABITACIÓN CUENTA CON ALGÚN TIPO DE HOJA MEMBRETADA ME TOMO EL TIEMPO PARA ESCRIBIR UNA CARTA DESDE AHÍ A ALGUIEN… EN ESTA OCASIÓN FUE LA QUE SIGUE, Y CON MOTIVO DE HABER LLEGADO A ESTE HOTEL DESPUÉS DE LAS DOCE UVAS Y LOS DESEOS PARA ESTE NUEVO AÑO… LA COMPARTO CON USTEDES, DESTINATARIOS DE DICHA CARTA…


SANTIAGO DE COMPOSTELA A 1º DE ENERO DE 2007

Una noche joven, lluviosa, de fiesta, y que por algún motivo promete celebración y fiesta, deja a una cabeza loca en una habitación viendo un programa que regala dinero a cambio de una operación matemática. Curiosa manera de comenzar el año. Por lo bajo un puño de murmullos y el eterno desfase entre dónde estoy y dónde quisiera estar. Alguien me dijo que sería bueno estar a su lado, pero no he escuchado que le agradaría estar a mi lado… aquí donde yo me encuentro… y es que donde uno arrima la oreja y se empeña en buscar pelusa, la encuentra, porque también la siembra…

Entre tanto y nada, hay un nuevo año. Un día más que un orden en la cuenta, y termino por mirar un poco a los lados y no saber si lo hecho ha valido de algo, o si de alguna manera ha aliviado tanta energía acumulada. Un año que comienza, el cual recibo de luto por la humanidad. Es un desfase, sí, que hoy se pintó de sostén para el vacío. Al final tanto espero por la ética local e internacional, por derechos humanos y fuerza para reivindicar creencias, y retornar a la misma base de la que huimos.

Un hombre ha sido ejecutado para la celebración de muchos, y he terminado como carne de cañón al oponerme a dicha acción. Me descubrí ante un religioso católico, que a pesar de haber enseñado el “no matarás” estaba también dispuesto a llevarlo a cabo si de él dependiera esa horca. Una mofa a su propia bandera blanca. Al final el bueno y el malo dependen de quién controla la mayor parte de la información, y en este caso, de hombres que ondean banderas de paz con manos manchadas de sangre inocente, y con pensamientos así me gano la burla y el desprecio… hasta acusarme de insensible y grosera. Pero veamos, se trata de una muerte que se hizo en nombre de la “vida” y la “democracia” y sin olvidar la “justicia”, lo cual lo hace, para algunos válido. Lo lamento, pero un acto como este, de ahorcar a alguien, en ésta época, difundir las imágenes y celebrarlo, desmorona lo mismo que con tanto ahínco no ha “diferenciado” de los animales, y viene a recordarnos que no somos más que un chimpancé más “evolucionado”. Estoy de luto, y no por él, sino por toda la humanidad, por todos nosotros. Si ya de por sí estoy convencida que el concepto de “humanidad” no es más que eso, un concepto, esto definitivamente lo aleja más de nuestro alcance.

Hace siglos, y aún en los libros de historia, nos parecen barbaries los actos de sacrificio humano que se llevaban a cabo por las sociedades descubiertas por los europeos “civilizados”, que servían para adorar a un dios, o para su agrado; y recordamos cómo en épocas pasadas los hombres eran ahorcados en plazas públicas ante la mirada de niños y ancianos por igual, celebradas en pos de la sociedad, y como escarmiento a los demás. Hoy celebramos una muerte en la horca, difundida a todo el mundo por igual, como un acto de justicia y de escarmiento para quienes sigan sus pasos. Y al final se siguen cometiendo crímenes, y se seguirán cometiendo actos y reivindicando posiciones en nombre de ideologías y en contra de ellas… Pero es tan bárbaro como lo acusamos en los libros de historia, pero como lo hacemos nosotros no está mal, y como ellos lo hacían no estaba bien.

También cargo un luto por la ambigüedad de una ideología y sus acciones, por un gobierno y sus derrotas, y porque aún se propone que la violencia sin dar la cara justifica el hacerse escuchar. El terrorismo matará a muchos inocentes, y logrará hacerse de un espacio en los medios, y en las conversaciones casuales, pero no ha dejado de matar inocentes, como en aquél Guernika, y será efectivo de alguna manera, pero no sólo es tirano, sino cobarde. Atacar inocentes para hacerse de un espacio, y no dar la cara, pretender que con un alto al fuego se logran cambios, que el diálogo les dará la balanza en la justicia… Si pedimos justicia, seamos justos y aceptemos las culpas y las represalias, si pedimos orden, hagámoslo con orden, y si nos sentimos amenazados, primero entendamos por qué y por quién o qué estamos amenazados y actuemos concretamente. Sí, estoy de luto por quienes creyeron que dialogar con el terror era factible. Otra bomba, otra derrota, tanto para ETA como para el gobierno en todo el mundo, como para la gente, toda la gente.

Otro luto, y otra lágrima, por todos los que aún creen que dando migajas al pobre se le resuelve la vida, y con bandera de mediocridad se denota el hipócrita en posición de víctima de un sistema del que no ha dejado de ser parte para alimentar su barriga y su lujosa mansión. Por los que lloran el hambre y quieren ser alimentados en la boca sin tener que ganarlo, y que por culpa de un sistema son víctimas de la ignorancia elegida o impuesta, el destierro, el abandono, y la esperanza de un bienestar integral que no saben que consiste en volverse gente.

Una lágrima por la muerte de James Brown.

Finalmente, una lágrima más por mí, y porque aún no logro perdonarme tanto hecho y tanto por hacer, y porque esto de recibir el año nuevo con tan poco ánimo y tan pocas esperanzas parece un mal chiste. Despedidas y lágrimas calladas, y la eterna duda de lo que habrá de pasar, porque planes a largo plazo existen, pero no detalles, y la fuerza de tanta gente a mi alrededor me pesa, me pesa…

Y no ha sido todo. El 2006 se fue con muchas otras cosas por encima (incendios provocados con resultados devastadores, lluvias torrenciales y destructoras, vientos violentos, desaparecidos, muertos, asesinos, mujeres asesinadas, hombres asesinados, niños violentados, políticas crudas…) pero estas parecen cerrar el año y ser la conexión con este 2007 que aún nos mira con recelo… ¿Qué habremos de hacer de él?

Bienvenido 2007, y yo de luto.